miércoles, 12 de agosto de 2020

Desconéctate

Para los que me conocen personalmente, y para los que no, el año pasado fue un año de muchos cambios. Cambios que me han fregado la cabeza un poco más de lo que yo esperaba y con los cuales todavía me estoy reconciliando con.

Antes de irme para Alemania, yo estaba pesando 86 kilos (aprox. Pongo el aprox porque las básculas no se ponían de acuerdo: algunas decían 84. otras 86. Para G., todo es la misma mierda; entonces pongamos aprox). Ya para septiembre tuve que empezar a tomar Metformina porque estaba en prediabetes. La ropa me quedaba apretada, toda. Si algo un par de camisetas medio me servían bien. No me sentía deseada a pesar de tener un amante 15 años menor que yo.

Me había dejado ir y ya no tenía claro quien era realmente: estaba en función de los demás pero no en función de mí misma. Me daba miedo lo desconocido, pero más miedo me daba el estar sin vida por tratar de darle una vida a los demás. Así que le prometí a G. antes de irme que bajaría de peso y que sería otra.

Fue la primera vez que le prometí algo a otra persona que cumpliría una promesa para hacerme bien a mí. Y es una promesa que no acaba.

Llegué a Alemania y los días se empezaron a acomodar en su rutina. Al tener más tiempo en medio de los estudios, pude enfocar mis energías y mi conciencia en algo que iba mucho más allá de lo académico y de lo familiar: el auto-cuidado. Día a día fui cambiando rutinas; siendo consciente del cuerpo en el que vivo y cómo vivir con él, por él y para él.
Poco a poco fui viendo los resultados de mi propio esfuerzo y de lo que yo lograba al dedicarme a mi ser. No era algo que compartiese mucho, pero era un cambio en la mente. A pesar de todo este esfuerzo y de toda la dedicación, ese cambio en la mente del que hablo fue y sigue siendo el más difícil de todos. Me explico:

Cuando uno está acostumbrado a verse de cierta forma y de que los demás lo vean a uno de cierta forma, uno acepta esa realidad como su realidad. Se vuelve algo inmutable y ya quitársela de encima se vuelve algo más complicado: las cosas que nos cubren, la relación con el espacio. Todo se mantiene.

Un día, mi amiga Ingrid se mamó que yo me la pasara con la misma ropa y me llevó a rastras a una tienda para que comprara algo. Yo me medí (y compré) dos pantalones: no podía aceptar que me quedaban bien, que se me veían mejor y que ya se estaba dando un cambio en mi. Mi mente no estaba lista para asimilar ese cambio. Poco a poco, tuve que aceptar que no podía usar la misma ropa. Que ya mi estómago se llenaba con menos cosas y que mis gustos estaban cambiando.
Quienes me rodeaban me veían de forma diferente, pero yo no lo veía. Me volví más llamativa, más interesante para los hombres (con todo y con seguida por la calle). Y yo seguía fija con una idea: no una realidad, sino una idea.

Al volver a Colombia, el cambio siguió. Ya la ropa que tenía acá no me servía y tocaba bien sea alterarla o donarla, porque no valía la pena mantenerme aferrada a un pasado que no traía nada bueno consigo. Hay días en que verme al espejo me cuesta, porque no estoy acostumbrada a mis curvas un poco más pronunciadas, a huesos en donde antes había carne. A músculo y definición.
Dicen que si me siento bien conmigo misma, no tendría porque importarme la opinión de los demás: y la verdad es que no me importa ya. De hecho, creo que jamás me importó. Me dolían cosas que se decían de mí, pero la verdad no me importaba.
Por salud, y por mantenerme viva unos años más fue el motivante real de cambio. No por agradar a nadie, y mucho menos por cumplir con cierto estándar. Solo mantenerme viva.

¿Qué siento ahora? Desconexión. Aun me cuesta reconciliar la persona que vive en la piel que habito ahora y la que era antes. Trato de ponerme cosas ajustadas al cuerpo, y veo que los traumas y las inseguridades que tenía antes se mantienen en parte ahora. Trato de ir en contra de mi naturaleza, pero ella misma no me lo permite.
Sé que tengo mucho por mostrar, por darle a los demás pero lo mantengo oculto. Como el tigre que vive sobre (en) mi, hay cosas que no siempre estoy lista para darle a los demás.
Hoy, ya no sé si soy yo. Ustedes me dirán.



2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Nice jugs

9/07/2020 11:52 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Hola amiga. Feliz cumpleaños (belated). Mil abrazos

1/15/2021 11:39 a. m.  

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