Les paroles interdits, I.
- Padre, perdóname porque he pecado.
Dime tus pecados, que dios no te juzgará. Él todo lo sabe y todo lo ve.
- He mirado a la tentación a los ojos, pero siempre dudo un segundo antes de decirle si o no. Ese es mi gran pecado: la duda. Ya he pecado lo suficiente, y mi deseo es cambiar a la persona que he sido, lo que he hecho bien o mal toda la vida, pero ya no puedo más padre.
No soy más sino carne, al fin y al cabo. No quiero ser más que eso, pero quiero dejar de sentir el animal que vive vuelto sobre sí en mis entrañas Kundalini, le llaman.
- Desearía no sentir la pulsión que me mueve a la acción, el desconectarme al momento de atacar, de ceder a una tentación, luego otra, y otra.
Pero no puedo.
Lo deseo con todo el corazón, con el amimal mismo que vive en mis entrañas. Pero eso sería negar mi propia existencia: lo que he sido, lo que sigo siendo y lo que seré, muy a mi pesar, toda mi vida.
Me gustaría decirle, padre, que seré una persona mejor, que cambiaré. ¿Para qué? ¿Porqué habría de cambiar mi naturaleza? No lo haré, ni ahora ni nunca.¨
Prefiero seguir mirando a esta tentación a los ojos, ceder ante ella o dudar ante su baile. Que cada vez que no ceda, el animal que llevo dentro de las entrañas me pida alimento y gruña cuando su sed de sangre sea saciada. Eso era todo padre.
¿Padre?
¿Está usted ahí?
(De Les Paroles Suicides. Volumen I, 1976. Autor Desconocido).
Dime tus pecados, que dios no te juzgará. Él todo lo sabe y todo lo ve.
- He mirado a la tentación a los ojos, pero siempre dudo un segundo antes de decirle si o no. Ese es mi gran pecado: la duda. Ya he pecado lo suficiente, y mi deseo es cambiar a la persona que he sido, lo que he hecho bien o mal toda la vida, pero ya no puedo más padre.
No soy más sino carne, al fin y al cabo. No quiero ser más que eso, pero quiero dejar de sentir el animal que vive vuelto sobre sí en mis entrañas Kundalini, le llaman.
- Desearía no sentir la pulsión que me mueve a la acción, el desconectarme al momento de atacar, de ceder a una tentación, luego otra, y otra.
Pero no puedo.
Lo deseo con todo el corazón, con el amimal mismo que vive en mis entrañas. Pero eso sería negar mi propia existencia: lo que he sido, lo que sigo siendo y lo que seré, muy a mi pesar, toda mi vida.
Me gustaría decirle, padre, que seré una persona mejor, que cambiaré. ¿Para qué? ¿Porqué habría de cambiar mi naturaleza? No lo haré, ni ahora ni nunca.¨
Prefiero seguir mirando a esta tentación a los ojos, ceder ante ella o dudar ante su baile. Que cada vez que no ceda, el animal que llevo dentro de las entrañas me pida alimento y gruña cuando su sed de sangre sea saciada. Eso era todo padre.
¿Padre?
¿Está usted ahí?
(De Les Paroles Suicides. Volumen I, 1976. Autor Desconocido).
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