viernes, 28 de junio de 2024

El libro de mi madre.


 

Dice la leyenda familiar que un día, a los tres años, yo aprendí a leer de corrido sin que nadie me hubiese enseñado a hacerlo. Me pasaban botellas de vinos en otros idiomas, el periódico con el anuncio de la Miss Colombia 1987: yo lo podía pronunciar todo claramente, y no a media lengua como se supone que debía hacerlo. Lamentablemente, no hay registro de tal hazaña, solo el relato hablado de mi familia y de los vecinos. 

Amaba leer, y terminé desarrollando problemas para escribir (y una actitud contestataria con las profesoras del kinder): a mamá le sugirieron esconderme mis libros de cuentos con la idea que tal vez así me pondría a escribir y dejaría de responderle feo a mis profesoras. 

Mamá fue al día siguiente a la Pinacoteca de Colsubsidio y me compró todos los libros que pudo.

Curiosamente, mamá no leía. Le gustaban los Reader's Digest en español, las recetas de cocina de las revistas y la columna semanal del Padre Llano. Pero ella no leía: no recuerdo haberla visto con un libro en la mano. Solo uno. 

En el colegio, una de las lecturas obligatorias era el clásico Pedro Páramo y el Llano en Llamas de Juan Rulfo. Después de aprender sobre el autormexicanonacidoen, pasamos a leer el libro y a indagar el porqué de su escritura. A mi no me interesaba saber el porqué de nada: más me intrigaba el hecho que mamá también se pegó a leer el libro conmigo. Y discutiamos sobre la vida y la muerte - conversaciones que ya no reccuerdo, porque mi mente tiene que hacerle paso a otros recuerdos y en esos momentos, no era realmente tan importante como lo es ahora. 

Cuando le gustaba ese libro. 

Ella me hablaba de la regresión que se mandó a hacer para descubrir porqué le gustaban tanto las piedras y las ruinas, porque se sentía a gusto en el calor infernal del desierto sin sudar ni una gota y porqué ese silencio la llamaba: descubrió que en su primera vida, entre sus tantas vidas, fue una mujer del desierto que andaba en sandalias y caminaba con una tinaja de agua sobre el hombro. Tal vez por eso el relato de Rulfo, de ese calor que quema el aire y las palabras, que crea espacios donde se vive dentro del recuerdo y se muere con arena entre los dientes le hablaba a ella, a esa parte de su mente escondida detrás de las cuentas por pagar, de la familia disfuncional que tenía y de la enfermedad que se abría paso silenciosamente en su cabeza. 

Nunca entendí lo visionaria y brillante que era mi madre hasta que la perdí por la demencia que ha reducido su cerebro a una piedra negra. Es como el desierto con el que ella soñaba: allá, donde no llegan mis palabras, donde se murieron los hijos de Pedro, Susana, las ánimas en pena. Solo ahora puedo recordarla en lo que fue, y por eso ese libro es tan importante para mí.

Cuando lo leo, recuerdo a mi madre. Recuerdo su amor por el desierto - que me llama también a mí, hija de la montaña y del frío -, su voluntad inquebrantable, su risa. Su amor por los viajes, la montaña. Ella es como yo, pero ella se cortó las alas para vernos a mí y a mis hermanos vivir la vida que quizás hubiera ella podido tener más allá del calor y de las montañas.

Por eso quise (y no fue así) hacer mi tesis sobre ese libro: sobre los espacios de vida y de muerte. Sobre el sueño que se hace pesadilla. El calor que quema, calor que da vida, arena que sofoca las palabras y el aliento. 

Aún ahora, que leo el libro en mi Kindle, la veo a ella. Me veo a mí misma en el espejo y la veo a ella, siempre a ella y en todas sus vidas, conmigo. Estoy tratando de escribir un libro sobre ella, sobre mi hermana muerta, sobre mí y sobre las ciudades que vivimos: me doy cuenta que dilato en temor de no ser capaz de escribir algo que valga la pena. Pero en ese temor, esperanza: que en cada palabra que escribo, la revivo a ella y a Dani, mi hermana. Por ellas escribo, aunque cada palabra me cuesta sacarla como si fuese el calor que me aterra, el viento, el silencio y el no poder llegar a ellas con mis palabras, a ese espacio que está más allá de las montañas y a donde no llegan mis palabras. 

Para escuchar, solo esto. 



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