viernes, 6 de marzo de 2015

Sick, sick, sick.

Ya casi se cumplen dos meses de la cirugía y creo que he pasado por todos los estados de ánimo posibles: desde la felicidad total al saber que cada día puedo levantar más peso pasando por la apatía de muchos días en los que no quiero hacer absolutamente nada y la tristeza de saber que hay muchas cosas de las que me estoy perdiendo, hasta llegar a la rabia que siento contra mí misma.

Siento rabia de haberme caído ese día, y que la caída haya sido la gota que rebosó la copa para llevarme a la cirugía. Tengo rabia conmigo misma por pasar de una persona totalmente funcional a una que no puede ir al baño sin ayuda de los demás. Me doy odio por volverme dependiente, cuando no lo era en absoluto: yo era la que podía resolver problemas, así fueran sencillos, y no me ponía tan sensible como ando ahora, donde incluso el menor de los comentarios me afecta tremendamente.

Creo que algo que me ha afectado sobremanera es lo que ahora despierto en la gente: no es el eleos kai phobos de antaño, sino un sentimiento mucho más pesado de procesar y de entender-desprecio, fastidio, pesar y lástima. Y eso es justamente lo que yo no quisiera despertar en nadie, mucho menos en mí misma. Pero si, lo siento. Me produce rabia la compasión de los demás, porque juzgan un dolor ajeno, uno que no alcanzan a comprender y del cual se sienten ajenos pero con toda la propiedad del caso para opinar. He sufrido con las miradas de los demás en la calle y la crítica silenciosa que hacen de mi en totalidad-de mi cuerpo deforme e inservible, de mi cara llena de cicatrices que yo misma produje en mí por el estrés y la rabia de verme impedida, de la ropa que no me queda bien porque me queda grande (aunque yo insisto que estoy cada día más gorda). He tenido que oír los comentarios de los demás que lamentan mi situación actual y que me recuerdan todo el tiempo lo desafortunada que debo sentirme al encontrarme en esta situación.

Tal vez lo único bueno que he podido encontrar es que gracias a esta cirugía he descubierto quienes son amigos de verdad y quienes son parte desechable de mi vida. Lamentablemente, son menos de los que yo hubiera creído. Peor aún, muchas de las personas a las que consideraba parte fundamental de la existencia son poco menos que eso: esa frase de que los amigos de verdad se conocen más en las malas que en las buenas es dolorosamente cierta. No sabía hasta que punto podía ser tan verdadera y tan amarga. (Será que en unos años miraré este momento como clave, ya que me ayudó a liberarme de una cantidad de gente que valía mierda? Eso espero.)

¿Qué otras cosas me ha traído la cirugía? Me ha creado un profundo desprecio por mi misma y una sensación permanente de asco por quien soy. Me recuerda lo inútil que soy, especialmente para mi papá y la carga que significo para mi madre, aunque ella no lo diga en voz alta. Me ha hecho ver lo accesoria que soy para mis hermanos, particularmente el hecho que si no les puedo ayudar no soy nada: si pido ayuda, soy un desastre. D me lo ha recordado con todo el cariño: ella dice que cuando la operaron ella tenía que trabajar, y una hija que cuidar, y nadie se hizo cargo de ella. Dice que yo debería irme de la casa de mis padres y empezar a superar mis límites y mis miedos, que gente que no puede caminar va y hace yoga y quien sabe que mas cosas. Fuck-hasta su pareja me restriega en la cara lo débil que soy porque a ella le tocó trabajar con muletas y tampoco podía apoyar el pie por quien sabe cuanto tiempo. Hay un pequeño detalle en todo esto...a mi no me interesa el dolor de los demás cuando me lo restregan en la cara. Es en momentos como esos cuando le quisiera decir que no me importa si la otra persona sufre. Es mi dolor, y ella no va a hacer nada por aliviarlo. Al contrario-le debo ayudar a ella. Cuanto las odio. Cuanto me resbala la existencia de mi hermana-me resbala porque yo para ella no significo nada en absoluto.

La cirugía me ha traido también una negación de mi persona, una distrofia de quien se ve en el espejo. Antes, cuando podía caminar sin problema, me reventaba la cabeza tratando de entender que era lo que veían los hombres para decir que era hermosa. Ahora entiendo lo que me decía mi padre y mis hermanos cuando tenía 15 años: yo soy fea y con ganas. ¿Quién se va a fijar en mí cuando vuelva a caminar? Que ilusa. Preferible escupirle en la cara a quien me vuelva a decir que soy bonita-no necesito mentiras de los demás, mucho menos compasión. Por eso me destruyo la cara y me arranco el pelo de la cabeza. Por eso me rapo y me pongo ropa que no corresponde a mi talla. Prefiero protegerme de las mentiras de los que me rodean a sufrir escuchandolas.

Antes de la cirugía, escribí sobre mis miedos y como quería superarlos-como quería ser más fuerte y seguir adelante, con la frente en alto. Ahora sé que me dije mentiras. Nunca voy a quererme ni a aceptarme como soy, por más cambios que quiera intentar hacer o por mas ayuda que busque. ¿Para qué? No lo hice antes, no voy a empezar ahora.

Hay otra cosa buena en todo esto. Antes sufría por como me veían los demás, por estar siempre limpia y tratar de presentarme bien. Ahora, como siento tanto asco por quien soy, ya ni me interesa bañarme. Prefiero oler a mugre, porque así la gente se quita de mi camino y me dejan caminar sin estorbar. Ese es el momento más feliz del día: cuando los demás se dan cuenta que son un estorbo para mi y no al revés. Cuando no me tengo que aguantar la compasión y el pesar, sino que ya se sabe lo que son sin tener que restregarmelo en las narices.

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