jueves, 21 de mayo de 2015

10, 15.

¿Cómo regresamos a la vida que alguna vez tuvimos?

Me explico: hace dos semanas, empecé a apoyar nuevamente la pata en el piso. Para los lectores fieles de este blog -y para los que no-, yo hace 4 meses no podía ni ponerle un gramo de peso a mi pierna derecha pero ya todo eso cambió. Ahora, se supone, debo empezar a retomar mis actividades normales y regresar a la vida que dejé interrumpida desde mediados de enero. Hay, sin embargo, un detallito dentro de todo esto: yo ya no sé a cual es la vida que se supone que debo regresar a. ¿Debería regresar a la vida en función de los demás? ¿Una existencia donde gran parte del tiempo solamente importa uno en parte y lo que digan o piensen los demás de una en la otra? ¿O debería volver a la vida donde no hay un rumbo determinado por uno mismo? Tal vez regresar a regalarse a los demás como vaso de agua, en el sentido que le abrí las piernas, el corazón y la boca a manes que no me merecían y que, en casos contaditos, no me merecían a mí.

Siento que volver a caminar me estuviera mandando a otro camino, uno que no conocía de antes y por el cual debería empezar a transitar: uno en el que no debería importarme tanto lo que piensen los demás de mí y más lo que yo misma entienda de mi persona. Donde pueda repartirme en partes iguales para mi, para mi familia, para los amigos que han estado presentes de cierta manera durante este tiempo, para la persona que escoja; sin que el dedicarle tiempo a una de estas partes me genere conflictos, ansiedades o dolores de cabeza. Donde pueda decidir si me dedico más a lo que quiere papá en temas laborales o si logro encontrar un punto medio en que los dos quedemos tranquilos.

De tener los ojos bien abiertos para saber a quien regalarle los besos, el calor o el rato. De no volverlos a cerrar nunca.
Y si los cierro, que sea porque la pasión del momento no me deja tenerlos abiertos.

Que no me importe tanto el que dirán, sino el como me siento. De apariencias se muere todo el tiempo, pero de pena no se ha reportado el primer caso. Papadiós me regalo esta segunda oportunidad por un motivo, que yo no había podido ver antes pero que ahora se me figura más claro: no puedo seguir en el mismo camino por el que estaba, porque no voy a llegar a ninguna parte. Que tal vez no era la forma en que quería cambiar de rumbo es debatible, pero que debía transitar por él lo tengo claro.

Hay muchas cosas que permanecen conmigo del camino anterior, entre ellas mi genio, mi volatilidad, mis pasiones, mi volumen, mi voz. Mis iras y resentimientos se han aplacado, aunque siguen conmigo porque son necesarias para mi espíritu, por contradictorio que parezca. Otras partes de mí han llegado a hacerme compañía sin quererlo-la capacidad de escuchar, de cambio, de ayuda, de entender a los demás. Supongo que a todo esto se le conoce como crecer y madurar.

Una vieja amiga también volvió para acompañarme: Kundalini. Ella es de lo poco que quiero que permanezca de lo que era antes yo-la capacidad de entregarse al otro sin esperar nada diferente a un placer que sube por las venas y sigue infinitamente presente. Eso es lo que más he extrañado de la yo anterior durante estos 15 meses, si no lo único.

Pregunta al lector: ¿Qué debería permanecer de la Yo anterior en esta nueva etapa, y qué debería irse?

Dear Reader: What should remain from the old me? What should be gone? And BTW-who reads me in Kenya, Russia and Ukraine?What made you choose me?

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