sábado, 28 de julio de 2012

Wait until darkness comes.

Ahora ando en Buenos Aires, ya un mes y pico. Dentro de 3 semanas me despachan de regreso a Colombia, y aunque añoro mi patria y mis amigos, una parte de mi quiere ser judio errante de ahora en adelante.
A lo largo de este año he tenido experiencias buenas y malas, cada una formativa en sí misma- perder amores, ganar amigos, todas han sido increibles para crecer.
Pero hay algo que todavía me hace falta: encontrar un buen hombre. O, su sustituto más inmediato, un buen polvo.

Hace poco conocí a J. Es un escritor famoso por fuera de aquí, no baila así le paguen y casi que sin terminar la entrevista que le fui a hacer, tenía su boca entre mi pecho y su mano entre mis pantalones.
El hombre se vino rapidísmo, pero yo quedé a medio camino entre el placer y el aburrimiento. ¿Qué me pasa? En esta ciudad los hombres miran y miran pero no hacen mucho. Y cuando lo hacen, es como si no hubiese pasado nada.
¿O es que mi deseo ha crecido con el tiempo, y ha mutado? Se ha convertido en algo que no puedo controlar del todo y que escapa de mi. Es como si fuesemos dos personas, que se miran pero no se tocan. La una no entiende a la otra, y se desprecian.
Es como si el hecho de haber descubierto que mi cuerpo o mejor, una sección de mi cuerpo puede sentir hasta el cansancio. Y que por eso, puede ser censurado.
¿Que destino me espera? O, mejor, ¿qué destino le espera a cada una de esas partes? ¿Habrá alguna que gane la partida, o seguirán siendo amigas amables, escupíendo una en la cara de la otra?
No sé, y creo que ambas partes prefieren no saberlo. Al menos, hasta que llegue el próximo amante e intente reconciliarlas.
Por lo pronto, yo seguiré vagando.